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Érase una vez*

Silvia García Esteban

Presentación por Elena Traissac**

En el marco del espacio “Descatalo-gados, los viernes de Aecpna”, organizado por la Biblioteca Paula Mas de esta Asociación Escuela, tengo que agradecer a Silvia García Esteban que haya aceptado compartir conmigo la inauguración de un lugar de encuentro entre profesionales, de reflexión e intercambio, que comienza su viaje con una actividad cuyo título nos transporta al tiempo mágico con el que comienzan los cuentos: Érase una Vez.

Una biblioteca por pequeña que sea es un lugar lleno de palabras. Vivimos una época de inmediatez y abundancia digital, e inmersos en este contexto contemplar un viernes la sede llena con una actividad que se lleva a cabo únicamente presencial me invita a agradeceros enormemente vuestra acogida. Para todas aquellas personas que no han podido acompañarnos esta tarde, transmitiros que el contenido de lo tratado va a ser recogido en forma de artículo y saldrá publicado en el próximo número de la Revista En Clave Psicoanalítica, una revista online de acceso libre y totalmente gratuita.

Celebramos un día muy especial, un día de inauguración. Sin más dilación quiero presentaros, aunque sin duda ya muchos de vosotros la conocéis, a Silvia García Esteban. Nuestra invitada Silvia es acompañante terapéutico desde la experiencia en primera persona y la primera socia de la Asociación Española de Neuropsiquiatría aceptada como profesional de Salud Mental que acompaña el sufrimiento incorporando su propia experiencia. La labor que realiza queda recogida con un nombre que describe de forma muy cercana dicha tarea: Agente de Apoyo entre iguales con personas con sufrimiento psíquico.

Docente en el Máster de Arteterapia de la UAM y en el Máster de Terapia Ocupacional (especialista en salud mental) de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Docente en la plata­forma virtual EL SITIO DE LAS PALA­BRAS impartiendo cursos sobre litera­tura y salud mental. Especialista en me­diación lectora con personas con proble­mas de salud mental. Además, sé que eres una apasionada de los libros y que tienes una vinculación especial con el psicoanálisis.

Rescatar para nuestra charla los cuen­tos infantiles puede ser en nuestros días más bien un acto de rebeldía, una isla de resistencia frente a un momento so­cial donde la palabra viene relegada a la imagen y los érase una vez parecen es­tar en peligro de extinción. Y lo cierto es que leer es llegar inesperadamente a un lugar nuevo.

Una biblioteca es un espacio de oportu­nidad donde superar desventajas, saltar obstáculos y construirnos. Leer enseña a superar desniveles y reparar ruinas. El lenguaje no solo refleja el mundo, sino que lo construye. Un cuento es un me­dio para soñar.

Ilustración: Iban Barrenetxea

Érase una vez

En primer lugar, quería compartir la ale­gría de este momento con todas voso­tras, la apertura de una biblioteca siem­pre es un motivo de celebración, una bi­blioteca es un espacio vivo, un lugar de encuentro y quería comenzar esta charla invocando la palabra poética con los versos de mi querida maestra Mar Benegas. Persona que nombraré a lo largo de esta charla en varias ocasio­nes, por su gran trabajo como escritora y mediadora pero también por su com­promiso incansable en defensa de la in­fancia.

Dicen sus versos:

Que la biblioteca sea

un lugar vivo

un hogar, una casa

Allí donde la infancia

Pueda echar raíces,

Que el libro sea

abrigo y agua

Que calme frío y sed

Que la biblioteca

sea alimento

refugio y semilla.

Mar Benegas

Estos son mis deseos para vuestro es­pacio.

También quería agradeceros, en espe­cial a Elena, pero también a todas las personas que habéis pensado en mí para este comienzo que me emociona puesto que el Psicoanálisis y la literatura forman parte de mi anclaje y también de mi trabajo.

Me gustaría empezar marcando el ca­mino que quiero dar a mis palabras para posteriormente dar un lugar para la con­versación, que siempre es lo más rico.

Cuando pensé en esta charla desde el comienzo vi claro, mucho más siendo vosotras una escuela psicoanalítica que se centra en la infancia, la necesidad de iniciarla tratando de situar el sentido de leer, lo que implica la lectura para la in­fancia, para transmitir aquí la importan­cia de este acto como acto vincular, la importancia de la lectura en familia, ha­blar de los nudos entre la subjetividad y la literatura para posteriormente llegar a que conversamos sobre los cuentos tra­dicionales y lo que aportan a los niños.

Creo que en este mundo de ruido es im­portante detenernos a pensar en el por­qué de las cosas.

Y quiero comenzar diciendo algo que es sustento de gran parte de mi trabajo que la lectura es un derecho de la infancia, desde aquí quiero hablar.

Dice Mempo Giardinelli, gran escritor ar­gentino y persona muy implicada social­mente con la infancia que tenemos que «dar de leer a los niños al igual que les damos de comer», desde aquí pienso la lectura. Él nos dice también: «Porque dar de leer es dar de comer. Darles pa­labras hermosas a los niños y las niñas es darles el mejor abrazo».

Ver la lectura como un derecho cambia mucho la perspectiva y también las im­plicaciones éticas y políticas que subya­cen detrás de estas palabras.

El acceso a la lectura es un derecho, y una necesidad de la infancia que los adultos debemos de garantizar a los ni­ños, no es un problema de los niños, es un problema de los adultos.

Yolanda Reyes, escritora y maestra también nos dice: «Dar de leer no es un regalo, no es una buena obra, ni es algo divino. Dicho de otro modo, es el dere­cho que tienen todos los niños y las ni­ñas de contar con adultos que les lean»

Me gustaría también seguir este sen­dero nombrando un autor imprescindible que es Evelio Cabrejo, él es un lingüista y un psicoanalista colombiano afincado en París hace muchos años y que forma parte de la Asociación de acciones cul­turales contra la exclusión y la segrega­ción. En su libro imprescindible Lengua oral: destino individual y social de las ni­ñas y los niños nos dice:

 «El recién nacido necesita leche, bas­tantes caricias y de mucho lenguaje para emprender su viaje existencial en buenas condiciones. Leche, caricias y lenguaje sintetizan elementos necesa­rios en la constitución del sujeto hu­mano, el cuál necesita satisfacer nece­sidades biológicas, psíquicas y cultura­les».

Sigue diciéndonos: «Al venir al mundo, el bebé es envuelto real y simbólica­mente con las prácticas culturales de sus progenitores y demás personas que se ocupan de él. La música de la lengua oral está ahí esperándolo para nom­brarlo y acariciarlo verbalmente». Es así que las prácticas culturales recrean per­manentemente los senderos simbólicos que encuadran el viaje existencial de los humanos por medio del lenguaje, esta­mos destinados a salir del vientre de la madre para ingresar en el vientre de la lengua y allí permanecemos. La lengua nos precede al nacer, venimos al mundo, ingresamos en ella, nos vamos, ella continúa y prolonga nuestra existen­cia bajo las notas musicales ligadas a nuestro nombre y a nuestro apellido. La lengua es y será nuestra residencia prin­cipal de por vida. Es dentro de ella donde se realiza el destino individual y social de cada niño y de cada niña».

Creo que Evelio nombra de forma muy hermosa esa necesidad de la infancia de ser acariciado por el lenguaje.

También nombra dentro de este maravi­lloso discurso que la lengua oral al estar ligada a las transmisiones culturales puede ser causa de desigualdades so­ciales y nos insta a padres, y a profesio­nales que trabajan con la primera infan­cia a cumplir con el deber de facilitar lo más rápido posible el acceso a la lengua del relato. Y aquí justamente nombra este sentido de leer y nos dice: «Contar historias, y leer en voz alta textos de alta calidad literaria, y poética, facilita la apropiación de la lengua, alimenta la ca­pacidad de pensar, da alas a la imagina­ción y prepara placenteramente el aprendizaje de la lectura y la escritura».

No se puede dar a los niños de leer cual­quier cosa, de eso hablaremos más adelante.

«Todas las culturas poseen literatura in­fantil, nanas, cantos de cuna y gran di­versidad de relatos que afirman que la madre está en otro sitio, que piensa en el bebé, y que pronto va a venir, que está en camino, está viniendo, está lle­gando, para ayudar al bebé a realizar esta conquista suprema de la psiquis humana».

De esta forma es una forma de repre­sentar la ausencia, de recrear la ausen­cia en la mente, operación que es la base de la autonomía psíquica,

Porque como sabemos bien el bebé no tiene palabras, pero si la facultad del len­guaje, por eso debemos darle las pala­bras para ir construyendo una lengua con él que le dé la posibilidad de nom­brarse y nombrar el mundo que lo rodea.

En este sentido Mar Benegas tiene una sincronía maravillosa con Evelio Ca­brejo, ellos llegan a lugares muy simila­res desde distintos puntos de partida, Evelio desde la lingüística y el psicoaná­lisis, Mar desde lo poético.

Ella nos dice que el niño busca en lo li­terario ese primer poema, aquel que es­cuchó mientras nadaba en el líquido am­niótico donde no había palabras, pero sí la posibilidad del lenguaje con el que so­mos investidos antes de nacer, el latido del corazón de nuestra madre.

Nos dice: «El poético es un territorio que pertenece a la infancia. No es posible separar los primeros años de vida de la poesía. La infancia vive en la poesía y en la poesía crece. Sin entenderla, sin cuestionarla. La vive con el cuerpo y con el alma. Hay un hilo indestructible pero fino como la seda, invisible, un hilo que es un cántico, una música que hace bai­lar a las piedras y latir a los corazones. Es la voz de todo lo que somos y todo lo que fuimos, es la semilla de la palabra mágica, de la palabra gasa, de la pala­bra danzante. Ese hilo llega de atrás, de mucho antes, del lugar de todo lo posi­ble. Allá donde se teje la memoria, la propia y la colectiva».

Nos habla de regalar las palabras a los niños, de alimentarlos con el lenguaje, de llenar su zurrón de palabras para que lo tengan lleno para el viaje de la vida.

Porque como nos dice Ivonne Bordelois la calidad de nuestra vida depende de la calidad de nuestro lenguaje.

También nos decía Wittgenstein que los límites de nuestro mundo son los límites de nuestro lenguaje, somos aquello que podemos nombrar.

Nuestra subjetividad enteramente se construye desde el lenguaje.

En este sentido Yolanda Reyes nos dice:

«En las frases de un niño se refleja como en la gota de sangre analizada en un la­boratorio, la calidad de su nutrición emo­cional y cognitiva»

“Todos los niños tienen el derecho de la lectura para poder operar con símbolos, para encontrase con los que están lejos y cerca (y con los que ya se fueron), para pensar, para organizar y planear, para saber lo que sienten, para apren­der en igualdad de condiciones durante el resto de la vida. Nutrirse de relatos es lo que nos posibilita descifrar ese otro en la temporalidad, el tiempo de la fic­ción, el mundo de la metáfora».

«El niño indefenso y lloroso por la pertur­bación del nacimiento, como marinero echado a tierra por las olas implacables, se queda tirado en el suelo, desnudo y sin habla, necesitado de toda ayuda para vivir, en cuanto en las orillas de la luz, a empellones, la naturaleza lo des­carga del vientre materno, y llena la es­tancia de tristes lamentos, lo propio de uno al que en la vida le queda por reco­rrer un largo trecho de males».

«Toda lengua es necesaria para envol­ver a los recién nacidos; su canto trae noticias de ese rincón al que pertenece­mos, y nos marca con su acento».

Me gustaría detenerme ahora en la im­portancia de la lectura en voz alta que antes adelanté que era una forma de vínculo.

Voy a empezar desde lo poético utili­zando las hermosas palabras de Mar Benegas de su hermoso libro ¿Qué so­ñaran las camas?:

Mar ya nos ha situado en qué territorio nos estamos moviendo cuando habla­mos de esa lectura en voz alta.

Hay otra autora que también me parece imprescindible, colombiana que se llama Yolanda Reyes, maestra y escri­tora que tiene un proyecto maravilloso llamado Espantapájaros donde acom­paña a la infancia.

Tiene un libro maravilloso: Poética de la infancia en el que nos habla de ese triangulo vincular que se establece entre el niño, el papá o la mamá y el libro.

Nos dice: «Lo que definitivamente sella la relación de un pequeño con la lectura es aquello que circula por debajo y que no está escrito en los renglones de un libro: la pareja adulto-niño amarrada con palabras. La revelación de que ese libro cualquiera es una suerte de encanta­miento que logra lo más importante en la infancia: la certeza de que, mientras dure la historia papá o mamá no se irán,  papá o mamá volcados todo voz, rostro y palabra a la orilla de la cama». De  cierta forma, sujetos en el fluir del len­guaje. Sus ocupaciones adultas y sus prisas cotidianas, de las que nada en­tiende el niño pero que tan honda in­quietud le causan, de repente se poster­gan.

(Que no me pasen llamadas hasta que se acabe el cuento, quo la comida se en­fríe o que se caiga el país). Entre  tanto rizos do oro va corriendo por el bosque o Hansel y Gretel despiertan en el terror de otro bosque. Y mientras dura la his­toria el tiempo se ha detenido como en la bella durmiente. El tiempo de la histo­ria le ha ganado la batalla al de la vida real. ¿Qué más se puede pedir? ¿Qué otra cosa es la lectura sino revelación de que existe ese «Tiempo Otro» V de que existe también «En un país muy lejano» un reino Otro donde somos los amos como el «pequeño tirano» que tiene cau­tivo al padre en el fluir de la historia?

La exploración de ese mundo paralelo donde las cosas nos hablan con un len­guaje cifrado, de nosotros y los otros co­mienza en la primera infancia y los pa­dres son el libro de cabecera. El primer texto que leen los niños».

Sigue Yolanda: Tal vez seguimos le­yendo para recuperar el encantamiento de las voces que nos arrullaban y que espantaban las sombras. Y también pa­radójicamente para el efecto contrario que consiste en convocar aquellos mie­dos terribles que poblaban nuestra In­fancia y que era posible conjurar con pa­labras (los miedos y los conjuros van cambiando con los años, pero en el fondo son los mismos hilos los que nos atan a los libros).

Leamos a la infancia, busquemos ese momento para detener el tiempo cada noche,

Abandonamos a los niños muy pronto. Equivocamos el saber descifrar el có­digo del lenguaje con ser un lector, los lectores se hacen atesorando palabras que nosotros les damos.

Hay que leer a los niños desde que na­cen hasta que nos piden que no lo ha­gamos más,

Cuántas veces he escuchado es que ya puede leer solo por eso no le leo yo.

Cuando dejamos de leerles porque ya son mayores, estamos dejando caer toda esta magia, este lugar de encuen­tro, este acompañamiento a través de la literatura, les estamos dejando huérfa­nos de lenguaje.

Porque, aunque ellos puedan leer, no­sotros siempre les llevaremos más lejos y nuestra presencia, nuestra voz, no se puede sustituir por nada.

Yo he leído a mi hija mayor hasta los ca­torce años, he llorado mientras le leía Orzowei y eso la ha hecho lectora, pero sobre todo la ha dejado una huella psí­quica y la ha llenado de palabras con las que expresarse y nombrar el mundo.

Tampoco como os anunciaba no puedo dejar de nombrar el trabajo de Michele Petit para ahondar en las imbricaciones entre subjetividad y lectura.

Michele Petit nos habla de tres razones por las que leemos:

  1. Para apropiarnos del conoci­miento.
  • Para apropiarnos del lenguaje.
  • Como una forma de apoyar la construcción de nuestra subjeti­vidad. Es decir, para permitirnos fortalecer nuestra propia identi­dad.

La literatura en su función simbólica: como un lugar que nos permite habitar­nos, que nos permite comprender el mundo que nos rodea, y a la vez com­prendernos a nosotros mismos y a los demás.

Si nos dirigimos al diccionario veremos que subjetividad se refiere a lo que per­tenece al sujeto en oposición a lo ex­terno, a una cierta forma de sentir y pen­sar que es propia del mismo.

La lectura permite una elaboración más rica de la representación del propio su­jeto y será más importante si cabe en las a veces subjetividades fragilizadas de los sujetos con sufrimiento psíquico

A través de la lectura, del contacto con visiones distintas de ver el mundo, y de procesos de identificación se puede afianzar esa separación entre el yo y el otro, y consolidar un poco mejor la pro­pia identidad, que a veces se presenta muy disgregada o dañada.

Qué damos de leer a los niños

La lectura debe ser pensada como un espacio de libertad y no de adoctrina­miento.

Evitamos los libros que domestiquen, que nos lleven al pensamiento único.

Libros que nos hagan preguntas más que darnos las respuestas

La literatura infantil no implica infantilizar el lenguaje, todo lo contrario, implica to­marse muy en serio a los niños.

Edulcorar y censurar los libros.

Cuentos tradicionales- libros sobre emo­ciones.

Los cuentos tradicionales abordan las emociones que nos humanizan y están llenos de símbolos. Estamos arreba­tando los símbolos y entregándonos a un mundo donde la literalidad nos va a matar empobreciendo el lenguaje.

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*Inauguración  del espacio organizado por la Biblioteca Paula Mas de Aecpna.

**Elena Traissac  es Psicóloga Clínica, psicoanalista y directora de la Biblioteca Paula Mas, en Aecpna.

Revista nº 22
Artículo 5
Fecha de publicación ENERO 2024